miércoles, 9 de abril de 2014

Vivimos en un país en el que...


Vivimos en un país en el que los dictadores se nos mueren en la cama tras casi medio siglo de tropelías. La furia latina y la sangre mediterránea pierden toda su fuerza después de ver un partido de fútbol.

Vivimos en un país donde las palabras empresarios y sindicalistas son en muchos casos sinónimos de vividores, ladrones y mangantes. Los dirigentes de los patronos están encarcelados o imputados y las siglas sindicales enfangadas en todo tipo de chanchullos, corruptelas e indecencias.

Vivimos en un país en el que los patriotas de gobierno se dan puñetazos en el pecho a la vez que engordan cuentas en Suiza. Aquí las declaraciones de la renta son inversamente proporcionales a la impresentabilidad del declarante: cuanto más indecente, más dinero te devuelve el Estado.

Vivimos en un país en el que los hechos se valoran y juzgan en función de quien los hace. Una misma acción es afeada si la hacen unos pero es alabada si la hacen mis amigos.

Vivimos en un país donde la garantía de éxito va ligada a la mediocridad y a la lealtad. Todo lo que sea diferente, distinto, innovador y creativo es sinónimo de peligroso.

Vivimos en un país donde la Iglesia sigue dando lecciones morales sin tener la necesidad de aclarar su autoría o colaboración con acciones criminales como el robo de niños o la pederastia. En el que bajo la palabra de Dios se rememoran con cierta añoranza los tiempos del alzamiento nacional.  

Vivimos en un país en el que ser inteligente es un problema.


Por eso, algunos estamos orgullosos de sentirnos y, sobre todo, de que nos vean en este país como bichos raros. Es la mejor garantía de ser persona decente y justa, sin pretender ser inteligente.      

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