lunes, 1 de noviembre de 2010

Monedas y modelos


No debería sorprendernos la simpatía que muestra Rajoy con las reformas que ha aprobado el Gobierno británico para afrontar las consecuencias de la crisis. Fórmulas de derechas que, en buena coherencia, son las que gustan a D. Mariano. Si alguien pretendía encontrar en el silencio del jefe de la oposición el más mínimo resquicio de brillantez, se le podía acusar cariñosamente de iluso. Las fórmulas que aplica siempre, en todo tiempo y lugar, la derecha frente a las adversidades presupuestarias son menor gasto público para reducir el déficit (a costa de las políticas sociales), bajadas de impuestos (a costa de reducir el gasto social) y apoyo a las empresas (menor imposición y mayor subvención). El problema es que las cuentas no salen y, cuando se pregunta por dónde meterá la tijera, se elude la contestación ante el temor de ser sincero: reducir el gasto en prestaciones y políticas sociales, en la educación pública, en la sanidad pública, en el sueldo o número de funcionarios,… Es mucho más elegante, haciendo gala del eterno complejo de inferioridad hispánico, alabar las reformas aplicadas por los ingleses, esos ricos y desarrollados ciudadanos del Norte.

Una de las medidas que siempre propone el PP, coherente con su ideología, es apoyar y favorecer a los que crean empleo, a los empresarios. Aquí aparecerán las mismas fórmulas de siempre, las que proponen una parte importante de nuestro empresariado, y que se reducen a contención salarial y facilidades para el despido. Salvo honrosas excepciones, hasta ahí les llega la imaginación. En esto sí nos diferenciamos de los partidos liberales y organizaciones empresariales europeas que hace mucho tiempo han descubierto el valor del esfuerzo personal, la motivación y el reconocimiento laboral como factores de éxito empresarial. Aquí las orejeras no les llevan más allá del libre despido y los sueldos bajos.

En estricta justicia, los empresarios crean puestos de trabajo pero también los destruyen. Los cuatro millones largos de desempleados también han sido despedidos de empresas, con excepción de aquellos que están parados en busca de su primer empleo. Sería interesante, y además un signo de responsabilidad, que se asuman la cara y cruz de la moneda cuando se tanza al aire. Pedir ayudas con el argumento de que somos los responsables de crear empleos, llevaría aparejada la exigencia de responsabilidades cuando aumenta el número de despedidos.

Porque buena parte de esta responsabilidad la tienen. Los empleos se destruyen por la escasa competitividad de nuestras empresas y ésta no puede achacarse a ningún gobierno, ni el actual ni los anteriores. Las empresas españoles entran en crisis porque no venden, entran en números rojos y deben despedir o reducir sus plantillas. Y aquí entra en juego el Sr. Díaz Ferrán, el todavía presidente de la patronal y al cual le debemos muchas perlas de nuestra actualidad, además de sonrojantes actuaciones en algunas quiebras de sus empresas. Pero este señor fue votado por los empresarios y apoyado hasta límites insospechados por una élite empresarial que, asustada por las consecuencias de un gobierno progresista hermanado descaradamente con los sindicatos de clase, pensaba que un hooligan duro y poco presentable, aunque fuese un pésimo gestor, pararía los pies a los progres que ahora marcarían los derroteros de España. Y sin empacho ni vergüenza apoyaron a un tipo que decía lindezas como su fórmula para salir de la crisis: que los trabajadores trabajen más y cobren menos, a la vez que cerraba sin escrúpulos sus empresas y dejaba tirada en la calle a todas sus plantillas. Así, cual patrón y obreros de principios del siglo pasado.

Los líderes representan modelos, para bien o para mal. El Sr. Díaz Ferrán, apoyado y votado – insisto – por los empresarios, representaba lo más casposo y cutre de los responsables de crear empleo. Gestores sin talento ni ideas, con nula empatía, que ven a los trabajadores como esos obreros que deben trabajar para que ellos sigan ganando dinero y manteniendo su ritmo de vida y que cuando las cosas se tuercen no tienen empacho en dejarlos tirados como colillas. Esa es su fórmula: despido libre y bajos salarios.

Esperemos que con las nuevas elecciones y con la tranquilidad que da el que este troglodita haya optado por no presentarse aflore un nuevo modelo de empresario, responsable socialmente, que haga autocrítica y que vea con nitidez las dos caras que tiene toda moneda. Y si el gobierno de turno acierta en su consideración, mejor para todos.

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