domingo, 17 de abril de 2011

Adiós, A.D.

Una amiga me recrimina mi última adquisición, un traje de Adolfo Domínguez, debido a unas declaraciones del empresario-diseñador en las que defiende, entre otras lindezas, el despido libre y la liquidación del estado de bienestar. Me recomienda, al acusarla de excesiva y vehemente, que experimente personalmente las citadas afirmaciones viéndolas en youtube Y aquí las he colgado. Confieso que he hecho un sobresfuerzo para terminar aguantando la más de una hora de video en que la que se dicen tantas chorradas desde un punto de vista supuestamente intelectual, alimentadas por un superego vanidoso. No merece la pena rebatir sus argumentos porque supondría invertir demasiado tiempo en contradecir simplezas, demagogias y, en muchos casos, confusiones elementales que si procedieran de una persona inteligente deberían calificarse de mentiras. Pero desde ayer mismo he decidido no volver a pisar – material o virtualmente - tienda alguna de Adolfo Domínguez. Para su cuenta de resultados, por cierto cada día más mermada, será una decisión absolutamente intrascendente pero los que finalmente decidimos donde gastamos nuestro dinero tenemos que mantener unos mínimos niveles de coherencia y de defensa de principios y valores.


Siendo mucho más grave y en absoluto comparable en el fondo – aunque sí en la forma - me parece estupendo que el tipo ese, el tal Galiano, sea retirado de la circulación por una elemental protección sanitaria social. Que arrastre sus miserias por el mundo y que sepa en sus propias carnes que por la boca muere el pez. Y digo pez porque algunas personas públicas parecen haber evolucionado con mucho esfuerzo para subir solo un escalón en el nivel de inteligencia. Pues de la misma manera pienso que el Sr. Domínguez ha perdido todo el derecho a percibir un solo euro de mi bolsillo. Y espero que muchos trabajadores, esa clase que para este señor es la perdición del mundo, hagan lo mismo.

Olvida el Sr. Domínguez que muchos empezamos a comprar sus trajes porque rompió con la identificación entre elegancia y encorsetamiento. Dulcificó vestir de traje y supo hacer ropa que compaginaba perfectamente elegancia con comodidad. Para los que pasamos del vaquero a la necesidad de llevar traje supuso un alivio llevar prendas que te hacían distintamente elegante pero sin perder juventud, frescura, comodidad,… En definitiva, rompías con los estereotipos y las viejas formas. Y muchos pagamos bastante más por seguir vistiendo cómodamente elegante y por todo lo que representaba casi inconscientemente llevar un “Adolfo”: el progresismo en la buena costura.


Y esto no lo debería olvidar el Sr. Domínguez. Su negocio pasó a conocer el éxito empresarial porque muchas personas, hombres y mujeres progresistas, decidimos comprar sus prendas. Y lo decidimos porque un sistema democrático permitió que las viejas estructuras tradicionales fuesen, en contra de su voluntad, cediendo paso a otro modelo social en el que nuevos colectivos fueran adquiriendo un determinado poder adquisitivo que les permitía poder pagar bastante más por llevar la ropa de les gustaba y que representaba sus valores.


Adiós. Desde hace más de 20 años todos (y digo bien, todos) los trajes que he comprado han sido de esta firma. En los últimos años, con la venta por Internet, ha entrado otra marca en mi armario pero puedo afirmar sin excederme que a lo largo de mi vida he comprado cientos de prendas de A.D. La última ha sido ese traje que enseñé orgulloso a mi amiga y que me ha hecho conocer las cosas que este señor lleva por su cabeza. Desde hace años me molestaba que en todas las etiquetas apareciese el made in China, India, Vietnam,… La maldita globalización hace que casi toda la producción se lleve hacia estos países exclusivamente por criterios económicos. Y como prácticamente todas las marcas hacen lo mismo, no se le podía reprochar al Sr. Domínguez la deslocalización de sus empresas. Pero que vaya por el mundo justificando sus desatinos empresariales por las políticas progresistas y cargando contra los malditos trabajadores es demasiado. A lo mejor Don Adolfo (quizá esta denominación le empiece a resultar más cómoda) pretende que Europa se parezca a Taiwan, China, Indonesia,… pero los trabajadores europeos seguimos pensado, - creo -, que el movimiento acertado es el contrario, que ellos se parezcan cada vez a nosotros. Y en ese entorno, hay empresas competitivas con los mismos derechos y legislación laborales, que triunfan y cada día venden más. A lo mejor tiene algo que ver la clase empresarial, ¿no?.

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