miércoles, 10 de septiembre de 2014

Ana se va y dos cosas más


-       Ana Botella, en contra de su voluntad, anuncia que no será la candidata del PP a la alcaldía de Madrid. Automáticamente el debate sucesorio, que ya estaba abierto porque la alcaldesa presentaba múltiples indicios de agotamiento político, se reaviva copando la actualidad política nacional. Parece que tres son las mujeres con posibilidades: Soraya Saez, la vicepresidenta; Cristina Cifuentes, la delegada del Gobierno y Esperanza Aguirre, la jefa del partido en Madrid. La mayoría de los afines y simpatizantes – o al menos los que más se dejan oír – defiende una candidatura liderada por Esperanza, sabedores del apoyo popular y simpatías que despierta entre el electorado madrileño. Muchos pensamos que sólo el hecho de intentar entronar a una presunta delincuente, que entre otras lindezas ha menospreciado el papel de los agentes municipales, ya dice mucho de los potenciales votantes madrileños. No me puedo ni imaginar que un representante político de Berlín, París, Londres, Nueva York,… que hubiese tenido una actuación tan lamentable pretendiese seguir con su carrera política. Pero que encima reciba el masivo apoyo popular dice mucho de los valores y principios de la ciudadanía madrileña. Es imposible que un partido acometa un proyecto regenerador si sus votantes no lo exigen. Y los del PP no sólo no lo piden sino que están encantados con esa impresentable señora que les puede dar lo único que pretenden: el poder. Esta es nuestra querida derecha, sin recovecos, sin matices, sin amalgamas; su único objetivo es gobernar por encima de cualquier principio o valor. 


-       Para sumar una nueva guinda al pastel de los Pujol, ahora se publica que la Agencia Tributaria devolvió al clan por la declaración de la renta del año pasado más de 12.000 euros. Además de choricear y de reírse de todo el mundo, los sufridos españolitos les devolvemos una pasta a través de la Hacienda Pública. Esto pasa por tener una administración tributaria carente de imaginación que centra sus esfuerzos en tocar las narices a los que puede meter en un ordenador para jugar con sus datos. Que ninguno de los asalariados de este país defraude ni un euro porque el ordenador lo chivará pero entre tanto nada nuevo ante los fraudes masivos, las evasiones de capital, el dinero negro, las comisiones ilícitas, las cuentas en paraísos fiscales, los blanqueos y los pagos sin factura. Los expertos en el tema estiman que la economía sumergida en nuestro país representa un 25% del PIB. ¿Cuántos servicios públicos que se han destruido o están en evidente estado de deterioro se podrían financiar si tuviéramos una Hacienda con una gestión ágil, dinámica, innovadora y con imaginación?. Se podrían tener unos servicios públicos que nos hicieran incluso parecer un país de Europa y se evitarían las tentaciones de muchos de recortar en servicios públicos bajo el pretexto de la falta de dinero para financiarlos. Y de paso, con una Hacienda moderna muchos chorizos se lo pensarían dos veces a la hora de meter los dedos donde se los pueden cortar de cuajo. 

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La ruptura entre los independentistas catalanes está más que cantada. La muerte anunciada de los
idilios entre Mas y sus amigos de viaje tiene como fecha, a lo más tardar, el día en que se publique la sentencia del Constitucional sobre el referéndum independentista. Mas da por hecho que el 9 de noviembre no habrá votaciones y sus amigos dejarán – si no lo han hecho antes -  de apoyarle en su gestión. El Gobierno quedará en evidente minoría, con una disyuntiva que tomar: o convocatoria de elecciones anticipadas (otra vez) o firma de nuevos acuerdos con otras fuerzas políticas. La primera opción supondría el suicidio político de CiU porque pondría en bandeja la mayoría absoluta a ERC que además sacaría músculo haciendo lo que Mas ha sido incapaz de conseguir. No tienen otro remedio de dejarse caer en los brazos del PSC, hacerle ojitos a Pedro Sánchez y crearle un nuevo problema a Mariano con la posibilidad de abrir un proceso constituyente que recoja las pretensiones federales de muchos catalanes. Sólo ésta es la explicación de los desaires de los políticos de CiU ante la insistencia de los líderes de ERC de hacer el referéndum por las buenas o por las malas. Éste es el plan B del Gobierno catalán: escenificar un nuevo pacto con el PSC que le dé aire por unos meses y presentarse ante Madrid con una nueva Constitución y un nuevo Estatuto que recoja las aspiraciones del pueblo catalán. Y de paso Pedro Sánchez le crea un nuevo problemón al inmovilismo de Mariano.                             

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