lunes, 1 de septiembre de 2014

Solución al futuro: ondear banderas del pasado



Casi todo lo que ocurre en el fútbol explica muy bien el contexto social. No me refiero a lo que sucede en el rectángulo verde en el que una veintena de señores escenifica un espectáculo que mueve miles de millones de sentimientos y pasiones. Me parece infinitamente más interesante la parte sociológica, junto a todo el juego de bambalinas y submarinos, que se mueven en torno a los jugadores y su balón.

El Real Zaragoza inicia su segunda temporada consecutiva en 2ª División. Los futboleros incondicionales están entusiasmados porque este año se ha producido un cambio de Presidencia y el odiado Agapito Iglesias ya no toma ninguna decisión sobre el club. Una nueva directiva con gente no contaminada por el anterior equipo lidera los designios de La Romareda. Casi nadie conoce los nuevos fichajes, nadie habla sobre lo bien o lo mal que juega el equipo, nadie alaba o critica la estrategia del entrenador,… todo el mundo se centra en que el malo de Agapito ya ha desaparecido y una nueva junta está tomando las decisiones. Que casi nadie conozca las nuevas caras y que muy pocos aficionados sean capaces de decir el nombre de alguno de sus nuevos directivos – y mucho menos de sus trayectorias profesionales – es lo de menos; lo importante es que Agapito ya no está.

Agapito no era ni mejor ni peor que otros directivos. El boom del ladrillo generó esta raza de nuevos ricos que, chequera en mano, desplazó a otros empresarios de los sectores más relevantes de la sociedad y, como no podía ser de otra manera, una ocasión tan laminera y jugosa como ocupar la Presidencia de un equipo de 1ª división, el único equipo aragonés de la División de Honor, no se podía dejar pasar. Cometió el error de gastar una millonada en fichajes en su primera presidencia con la intención de hacer un equipo puntero, aspirante a Europa y a la Liga, y el cuento acabó como suelen acabar las historias demasiado bonitas: tras una primera temporada brillante, tiró de billetera, hizo una de las plantillas más caras de la Primera División y … acabó descendiendo. Y a partir de ahí, con la soga al cuello y en cada jornada apretándose más el nudo corredizo, consiguió merecidamente el papel de malo-malísimo. Su final estaba cantado desde hacía tiempo: tenía que irse porque su falta de apoyos era más que evidente y la situación social y económica del equipo era insostenible.

Con la nueva directiva y el nuevo equipo gestor se han jugado dos jornadas y el equipo ha empatado en las dos. Pero nadie dice nada de lo que sucede en el terreno de juego. Las tertulias de oficina, de barra de bar y de autobús,… los programas de radio y tele locales sólo hablan del aire sano que se respira en el campo de fútbol desde que el Sr. Iglesias – otro más, éste Agapito – ha desaparecido del mapa. ¿Y el fútbol?. Eso no importa, pensarán la mayoría, con la ilógica esperanza sobre que ese nuevo aire por arte de magia lleve al equipo hacia la victoria.

Mucho me temo que este año vivirán un nuevo calvario. Ahora todo son fanfarrias y alegrías burlándose del malo-malísimo que ya no está. Pero cuando lo que pasa en el campo de fútbol se valora únicamente por el tamaño de las pancartas en contra de Agapito y no por el resultado final del partido es que el objetivo se ha perdido completamente y por tanto toda la estrategia está equivocada. Quizá cuando hayan pasado unas jornadas y se vea que el equipo tiene los fundamentos técnicos que tiene, y que no se puede estar perdiendo mucho tiempo criticando el pasado – por muy negro que haya sido –, sin preocuparse por lo verdaderamente importante, por el presente, la masa de aficionados se quite la venda de los ojos y empiece a exigir decisiones en función del lugar que ocupe el equipo en el ranking de la división.

Iniciamos el nuevo curso político, y esta reacción del zaragocismo me recuerda tanto a lo de la herencia recibida y a lo malo que ha sido Zapatero… Mariano ha iniciado su último año – tengo esa esperanza – con buenas dosis de autocomplacencia y dándose besos por su recuperación económica, volviendo a citar irónicamente a los brotes verdes. Y anuncia nuevas reformas para apuntalar la fantasmagórica recuperación que nadie ve y ninguno percibe. Toda una legislatura sostenida sobre la necesidad de hacer recortes en el estado de bienestar y empeorar las condiciones de vida de los españoles en base una herencia recibida que nos dejó un país en la ruina, ruina de la que ahora estamos saliendo aunque nadie encuentre la puerta. Otra pérdida del norte, otra estrategia equivocada por un error en el objetivo que supongo tendrá consecuencias para el equipo, el PP, a mitad de temporada. Porque el Sr. Rajoy no fue elegido para quejarse de su antecesor sino para dar soluciones a un grave problema que estaba asolando España y que él redujo como solución a un simple cambio de gobierno. Si quitamos a Zapatero y me pongo yo el tema se soluciona sin grandes problemas (la prima de riesgo se llama Zapatero, decía Soraya, y no tocaré ni la sanidad ni la educación, se vanagloriaba Mariano). Pero pasados 3 años el problema lejos de solucionarse se ha agravado y los cantos de sirena son cada día menos creíbles. El equipo de Gobierno juega mal, no marca goles, su defensa hace aguas,… y sólo quedan las declaraciones post partido sobre lo bien que se juega, lo cohesionado del equipo, lo bueno que es el entrenador-presidente y que cuando se tenga un poco de suerte ganar partidos y subir en la tabla va a ser coser y cantar. Pues nada, tengamos esperanza aunque en el presente estemos fastidiados y como consuelo hagamos ondear banderas del pasado: la herencia recibida y la Sr. Agapito.

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