martes, 13 de noviembre de 2012

La aplicación del principio de responsabilidad


Mala imagen la de unos partidos que se ven obligados a entenderse ante la presión de la opinión popular y mala imagen la de un país que empieza a tomar cartas en un asunto cuando se ve amenazado. Me hubiera gustado que PP y PSOE hubieran demostrado su madurez tomando el acuerdo como un principio de gestión política frente a las circunstancias excepcionales que vivimos y que además los bancos, alcaldes, actores sociales,… que ahora manifiestan su preocupación por los desahucios se hubiesen movilizado cuando un conjunto de ciudadanos se apiñaban ante la puerta de los inmuebles para ofrecer su complicidad al desahuciado y oponerse a la acción de los bancos. Entonces, hace escasos días, eran tildados de antisistemas, perroflautas, gente sin oficio ni beneficio, gentuza del 15M,… (las televisiones han colaborado en esta imagen sesgando a los concentrados en jóvenes con rastas, personas con cerveza y pitillo, melenudos desarrapados,…) y han sido necesarios varios suicidios para que todos se suban al carro de la empatía con los desesperados. Nuevamente los poderes públicos y fácticos llegan tarde a la cita con la ciudadanía.
Pero el problema no es de políticos insensibles, alcaldes despistados, bancos interesados, jueces endogámicos y televisiones manipuladoras; el problema es el de un país que considera que determinados valores quedan muy bien en la boquita pero que sólo son practicados por cuatro asociables. Vivimos en país donde la mediocridad, la envidia, el egoísmo, la manipulación, la hipocresía y la mentira son prácticas generalizadas - y en el fondo aplaudidas – y por eso necesitamos trajes para parecer brillantes, asociaciones para dar la impresión de solidarios, templos para parecer buenos y confesionarios para decir verdades. Históricamente hemos sido incapaces de quitar toda esa parafernalia para seguir viviendo de las apariencias. Da igual que el jefe sea mediocre siempre que sea mi amigo, que me vayan mal las cosas si al compañero de al lado le van peor, que algunos telediarios sean duros si puedo seguir viendo fútbol y salsa rosa, si consigo mis objetivos aunque sea a base de mentiras,… da igual todo, lo importante es parecer lo que no se es. Y así, poco a poco, a base de jefes mediocres, compañeros envidiosos, bobos delante de un televisor, mentirosos sin escrúpulos y demás villanía, hemos conseguido llevar a nuestro país a las más altas cotas de miseria.
Nuestro maltrecho y empobrecido país ha generado algunos comportamientos sociales tan impresentables como reales. En un país endémicamente pobre como el nuestro, la cercanía con el señorito, con  el cacique o con el poderoso era garantía de salida del pozo y este comportamiento conlleva una visión de las relaciones sociolaborales más próximas al bufonismo que a la gestión. Se valora hacerse amigo del jefe por las posibilidades de promoción y de trato privilegiado; y el jefe valora el servilismo como garantía de menor contestación en la empresa. Que luego los negocios vayan mal es un tema menor del que no hay que preocuparse. Viva la mediocridad y el peloteo.
Las cosas van bien o mal siempre en función de los demás. No se valora por ejemplo que tengamos sanidad gratuita y de calidad porque de ese derecho disfrutan todos y aquí lo que realmente se valora es la diferencia. La gestión del privilegio es un factor de motivación social propio de nuestra idiosincrasia. La sanidad sería buena si para mí exclusivamente fuese gratuita y de calidad pero al serlo para todos deja de tener valor. Y si además ese privilegio me ha sido concedido por alguien y en atención a esa relación personal ya soy un típico español.
Así podríamos seguir con la envidia, la hipocresía, la mentira,… y el papel que juega en todo este tinglado psicosocial el poder, la iglesia, la educación,…
Me centro en la responsabilidad. Es cierto que muchos han sido tremendamente irresponsables en la época de las vacas gordas. Personas que se hipotecaron muy por encima de sus posibilidades, al albur de una situación económica personal cada vez mejor sin finito alguno, que le permitían además de dar satisfacciones loables a su existencia vital ( premio por el esfuerzo, una vida mejor para los nuestros, recompensa por los sufrimientos,…), tener un piso más grande que el del vecino- para su envidia - y aparentar lo que no se es para esconder la mediocridad. Bancos que concedieron créditos irresponsablemente para tener mejores cuentas de resultados y más incentivos por objetivos. Ayuntamientos que construyeron obras faraónicas e inútiles porque la caja iba a explotar sino se despilfarraba el dinero. Políticos que engordaron sus cuentas y su tripa en base a recalificaciones y chanchullos en la concesión de privilegios. Y cuando la burbuja explota y nos quedamos todos con el culo al aire, el propietario que no puede pagar la hipoteca, el banco que está quebrado, el ayuntamiento que no tiene un duro, el político que apesta a tufo corrupto,… entonces resulta que sólo se le piden responsabilidades al pringao que quería vivir mejor, aún por encima de sus posibilidades. Los bancos son rescatados, los banqueros siguen con sus sueldazos, los alcaldes en sus poltronas y los corruptos – salvo cuatro tontos – viviendo a cuerpo de rey.
Y entonces, ante una señora desesperada que se tira por un balcón cuando el séquito judicial viene a exigirle las llaves de su casa, sólo entonces aparece la comprensión de los mediocres, los egoístas y los envidiosos,… Las televisiones muestran a gente seria y formal ante una vivienda a punto de ser  desahuciada, los jueces califican de barbaridad la legislación que han aplicado fríamente, los bancos sanguinarios anuncian demora en la ejecución de las hipotecas, los políticos se reúnen apresuradamente para buscar soluciones rápidas a un problema del cual han sido partícipes en su generación,… ¡ Hipocresía en estado puro !.
Personalmente me parecería aceptable que a las personas que se endeudaron más allá de sus posibilidades, pensando de una forma cortoplacista en que su situación económica sólo podía ir a mejor, y no son capaces de asumir sus deudas, se les exija responsabilidades. Pero no puede existir una realidad justa cuando esa responsabilidad sólo y exclusivamente se les exige a ellos. Con toda seguridad si los banqueros incompetentes, políticos corruptos y alcaldes despilfarradores estuvieran con un pie en la cárcel, todas estas prisas no hubieran existido. Por la aplicación de un principio elemental: cada uno tiene que asumir su responsabilidad, pero todos y por igual.
 Así de sencillo,… pero todo esto en este país es tan difícil.

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