lunes, 29 de abril de 2013

Volver a los sitios

Leo en el blog de un conocido las sensaciones que le ha producido regresar unos años después al mismo sitio, la cima del Moncayo, pero con la ausencia de su esposa prematuramente fallecida. Y de su narración deduzco que la experiencia le ha resultado ser personalmente bastante dolorosa.
Nunca he sido partidario de volver a los mismos sitios; y siempre que lo hecho, sospecho que por ese morbo que da pensar que las sensaciones personales quedan grabadas de alguna manera en las piedras, en las olas o en el viento, la experiencia ha resultado ser similar a la de mi conocido.
Además, teniendo la determinación de no volver a pisar esa cima, ese monumento, ese lugar,… pensando a priori que ese momento irrepetible va a ser eso, irrepetible, porque nunca más vas a estar allí, se disfruta mucho más del presente.
Mentiría si dijera que nunca he estado dos veces en el mismo lugar. Mercedes me dijo hace unos años que no es posible repetir en el mismo sitio porque ni el lugar ni uno es el mismo que hace unos años. Yo tengo quizá un sentido bastante más geográfico del tema y considero que volver a Cuzco, Beijing o Ubud  sería eso, volver, aunque evidentemente ni yo no soy el mismo ni los lugares permanecen intocables. Pero a veces me acuerdo de aquella razonable reflexión y siempre que he vuelto lo he hecho con nuevos ojos evitando la miserable sensación de comparar sentimientos. Londres, Méjico, Lanzarote, Bahía, Marruecos,… son lugares repetidos pero con experiencias irrepetibles. Y ahora me voy a Lisboa… me quedó tan mal sabor de boca que tengo que encontrar, entre el salitre del Atlántico, el sabor dulce del aire portugués. Sin comparar porque Lisboa y yo hemos cambiado en estos últimos años. Quizá lo más inteligente es volver pero exclusivamente a los sitios que te han dejado malos recuerdos para darle la vuelta al calcetín de la memoria y pensar que la anterior vez no fue real, que está sí ha sido la primera y única vez.                    

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