martes, 5 de noviembre de 2013

El mayor club del mundo



El asalto a la casa de los Bárcenas por un tipo disfrazado de cura nos evidencia una nueva debilidad de esta famosa familia: su fervor religioso. Ya tuvimos un esperpéntico anticipo con la escena carcelera en la que se ve a D. Luis en ademán de oración, de pie, escoltado por otros presos y teniendo como fondo sonoro una retahíla de oraciones fanáticas. Su presencia en semejante escena se podría achacar perfectamente a la necesidad de ocupar el tiempo de cualquier forma y motivo por alguien a quien el tiempo le debe sobrar y rebosar. Pero no, parece que la escena es la propia de una familia tremendamente devota que abre sus puertas sin demasiadas preguntas a alguien que va caracterizado como sacerdote.
Nuevamente me he sentido como un bicho raro al hacer preguntas que parece no importan a nadie. Me pregunto qué demonios hace un impresentable de semejante calaña para postular públicamente sus debilidades religiosas. De los 10 mandamientos, ¿cuáles cumple?; de los 7 pecados capitales ¿en cuáles no se puede incluir?; de las virtudes ¿con cuántas se puede identificar?. ¿Qué argumentos tiene un personaje con conocidos atributos - ladrón, mentiroso, avaro, lujurioso y soberbio - para vanagloriarse, sin que se le caiga la cara de vergüenza, de ser un fiel creyente?.
Y en el terreno de lo privado, ¿qué carta de presentación puede exhibir un tipo separado o divorciado – que con toda seguridad estaba a favor de la indisolubilidad del matrimonio – que dejó a su mujer y a su hijo por la tía buena de la oficina?. ¿En qué virtud teologal fundamenta este ruin comportamiento?.
Y la iglesia, ese club que cada día huele más porque como todas las cloacas cuanto más se remueve más olor pestilente desprende, no dice nada. Admite entre sus ilustres socios a un tipo con semejantes credenciales. Me pregunto si al menos el más insignificante cura de la más lejana parroquia habrá tenido unas palabras de repulsa en sus plegarias. Nadie espera que la indecente cúpula eclesiástica afee ese nauseabundo fervor, pero es que ni el más anónimo de los feligreses ha dicho que él no admite en su grupo a semejante sujeto.
Ya lo reconocía el Señor en sus oraciones al atribuirse el papel de pastor del rebaño. De guía de los borregos, diría yo. De las infinitas modalidades de clubs que existen, desde los de fútbol hasta los de vídeos, sin duda alguna hasta los puticlubs están por encima en decencia y dignidad al mayor club por socios del mundo. Al menos en aquellos uno sabe, a la vista de los nombres de las fachadas y las horteras luces de neón, qué es lo que va a encontrarse dentro.        

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