domingo, 6 de marzo de 2011

El triunfo de la mediocridad


Escuché anoche un debate en el canal 24 h. sobre la limitación de velocidad a 110 km/h en el que participaban 4 parlamentarios, Juan Carlos Corcuera del PSOE, Federico Souviron del PP, Olabarría del PNV y Jané de CiU. Patético,… Quería conocer si hay argumentos técnicos para justificar esta decisión o es una nueva frivolidad del Sr. Sebastián en busca de su nuevo modelo productivo y me encontré con tres políticos en contra, dos de ellos pesos pesados, con labia y tablas suficientes para defender esto y lo contrario, el otro en tono puroPP y un señor a favor haciendo un papelón. Es cierto que mantener el tipo y el discurso ante semejante debate no es fácil, pero que tenga que sacarte los pies del barrizal la presentadora resultado patético. No sé quien decidiría que el Sr. Corcuera defendiera las posiciones gubernamentales…; no sé quien avala al Sr. Corcuera para que sea uno de los elegibles al Parlamento español,… pero la imagen que el PSOE da con este tipo de representantes es, eso, patética.

Todo esto viene a cuento del cambio de modelo productivo. Sr. Sebastián y Cia… , este cambio tiene como eje fundamental un cambio de mentalidad en la valoración del mérito y la capacidad personal y profesional. En este país las personas siguen haciendo carrera más en función de quién son, qué padrino les avala, qué lealtades propondrá,… que por su valía profesional. En este país, en términos generales, seguimos más pendientes de los apellidos, de los padrinos, de los leales, que de los buenos profesionales. Y mientras esto siga siendo así ya podemos hablar de modelo productivo o de Caperucita Roja.

Los políticos son elegidos por su lealtad y fidelidad; los empresarios piensan en un país en el que las dificultades para despedir sean cero, como si la mano de obra fuesen números; los técnicos y profesionales tienen que mantenerse al ralentí para no dejar en evidencia a las “vacas sagradas” de las empresas; los sindicatos están más pendientes de su dinámica interna que de los verdaderos problemas del mercado laboral;… Así, los políticos brillantes y críticos – inexorablemente los términos siempre irán unidos porque la lealtad a pie juntillas es propia de la mediocridad- son defenestrados; los empresarios piensan que su cuenta de resultados es fruto del control y esfuerzo de los buenos trabajadores sin entender nada sobre innovación, motivación, productividad,…; Europa está llena de jóvenes y no tan jóvenes que debieron abandonar su país en busca de entornos laborales donde el riesgo de poner en cuestión a algún veterano incompetente no se considerase un peligro sino una virtud para la empresa; los sindicatos tienen cada cuatro años la oportunidad de valorar porque tan pocos trabajadores acuden a las urnas a votar y porque, habiendo tantos motivos para protestar y salir a la calle, no consiguen movilizar nada más que a sus afiliados.

Por ahí debemos empezar el cambio de modelo productivo: valorando a las personas por su capacidad. Mientras en los países más avanzados económica y socialmente el principal valor que tienen las empresas son los trabajadores, y procuran por su motivación y desarrollo, en nuestro país –siempre en términos generales- la única reforma laboral que entienden los empresarios se centra en la facilidad para despedir. Alemania y los países centroeuropeos acogen con satisfacción a jóvenes técnicos españoles bien formados que encuentran allí los incentivos y valores que les negaron en su tierra (cuántas personas competentes han sido marginadas o simplemente han abandonado sus empresas porque ponían en peligro el estatus de jefecillos que han hecho su cortijo de su parcela de responsabilidad). Políticos que en Europa dimiten porque plagiaron sus tesis o aceptaron unas vacaciones en el norte de África mientras aquí incrementan sus patrimonios inexplicablemente en pocos meses sin que se pidan responsabilidades,… Por ahí debe empezar el cambio de modelo productivo. Mientras el Gobierno seleccione para un debate público difícil a un señor que carece de la mínima habilidad, discurso y conocimientos, dando una imagen “de vergüenza ajena” nada avanzamos en ese cambio. Este país necesita un liderazgo fuerte para que de una vez por todas y tomando las medidas que sean necesarias, por muy impopulares que sean, imponga unos valores y principios que hagan de nuestro país uno más dentro del club del que queremos formar parte y no tengamos datos propios de más allá del estrecho de Gibraltar cada vez que la economía tose.

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