jueves, 7 de agosto de 2014

Dioses, banderas y balones



En pleno siglo XXI, año 2014, en la era del conocimiento, de la investigación y del desarrollo, una parte demasiado importante de la sociedad se sigue moviendo exclusivamente por estereotipos sentimentales y lugares comunes, en los que la inteligencia, el racionalismo y razonamiento lógico tienen escasa cabida. El grado de manipulación de los poderes públicos y mediáticos produce tales efectos que, en aras de un sentimiento convenientemente maquillado, se arrastran inmensas multitudes que legitiman las aberraciones más sorprendentes.

Todavía resuenan en algunos corazones nostálgicos la monserga sobre “los enemigos de la Patria están al acecho” cuando se pretendía movilizar a las masas frente a los críticos con el régimen franquista. El dictador que este país tuvo que soportar, con su voz afeminada y su gesto amanerado, exaltaba desde la Plaza de Oriente a sus partidarios con ese tipo de soflamas para evitar cualquier debate sobre su legitimidad. Y aún hoy tenemos que ver a un señor, por ejemplo, con escaso coeficiente intelectual (a la vista de su forma de expresarse) que defiende la reposición de una cruz franquista al lado de la iglesia de Pozuelo (Madrid) con el argumento de que es historia de España. Con ese mismo razonamiento, a esa lumbrera que lo más inteligente que ha hecho en su vida es tomar cervezas cantando el carasol, le colgaba del balcón de su casa la bandera de República. Porque es historia, tontolaba.

Buena les va a caer a Bardem y Pe por haber osado criticar los bombardeos de Gaza estando a sueldo de Hollywood. La industria del cine está dominada por el lobby judío y eso hace, entre otras cuestiones, que después de casi 80 años se sigan realizando superproducciones sobre el martirio judío por los nazis y todavía no hayamos visto ni una sola sobre los sufrimientos de los palestinos a manos de Israel. Y el papá de Angelina Jolie, un tal Jon Voight, pone a esta pareja y a los osados firmantes del manifiesto a caer de un burro, señalando su puerta de salida de la industria cinematográfica, con el manido argumento del antisemitismo y el sionismo. Dos conceptos hábilmente manipulados por el mundo hebreo, que no dicen ni explican absolutamente nada, que igual sirven para un judío que para un palestino, pero que cala en el corazón de los occidentales. Y sobre todo que permite salirse por la tangente sin dar ningún tipo de explicación sobre la masacre y lento exterminio del pueblo palestino.

Cada día el tema de los Pujol tiene peor pinta. Parece que lo de la herencia no declarada era una nueva mentira para desviar hacia el campo de lo legal el origen ilegal y corrupto del elevado patrimonio familiar. Pero percibo nula autocrítica en esta sociedad que miró descaradamente hacia otra parte cuando el tema del 3% era vox populi y cuando el Sr. Pujol gritaba sobre su decencia y moral desde el balcón de la Generalitat para poner contra las cuerdas a sus críticos. Nuevamente un balcón y una plaza, un señor – casualmente también bajito – manipulando a las masas y un montón de banderas, en este caso con más franjas, ondeando al aire que evitaban cualquier análisis pausado y racional de la cuestión.

También podríamos hablar de religiones o de fútbol. El caso es no hacer análisis racionales de las cuestiones sino ondear banderas con las manos, darle patadas a un balón o doblar las rodillas para rezar. Actitudes todas ellas muy respetables e incluso saludables pero que confunden a la población porque, salvo que se demuestre lo contrario, pasar pensar está la cabeza y no las manos, los pies ni las rodillas. Confusión que llega a convertirse en incompatibilidad exponencial porque a mayor impacto de banderas, dioses y balones menor influencia de la inteligencia. 
 
En esta sociedad del conocimiento – termino como empiezo – estamos demasiado acostumbrados a tomar decisiones con esas y otras partes del cuerpo, que nos impiden, entre otras cuestiones, hacernos responsables de los sátrapas que hemos aupado o apoyado en el poder.                              

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