En pleno siglo XXI, año 2014, en la era del conocimiento, de
la investigación y del desarrollo, una parte demasiado importante de la sociedad
se sigue moviendo exclusivamente por estereotipos sentimentales y lugares
comunes, en los que la inteligencia, el racionalismo y razonamiento lógico
tienen escasa cabida. El grado de manipulación de los poderes públicos y
mediáticos produce tales efectos que, en aras de un sentimiento
convenientemente maquillado, se arrastran inmensas multitudes que legitiman las
aberraciones más sorprendentes.
Todavía resuenan en algunos corazones nostálgicos la monserga
sobre “los enemigos de la Patria están al acecho” cuando se pretendía movilizar
a las masas frente a los críticos con el régimen franquista. El dictador que
este país tuvo que soportar, con su voz afeminada y su gesto amanerado, exaltaba
desde la Plaza de Oriente a sus partidarios con ese tipo de soflamas para evitar
cualquier debate sobre su legitimidad. Y aún hoy tenemos que ver a un señor,
por ejemplo, con escaso coeficiente intelectual (a la vista de su forma de
expresarse) que defiende la reposición de una cruz franquista al lado de la
iglesia de Pozuelo (Madrid) con el argumento de que es historia de España. Con
ese mismo razonamiento, a esa lumbrera que lo más inteligente que ha hecho en
su vida es tomar cervezas cantando el carasol, le colgaba del balcón de su casa
la bandera de República. Porque es historia, tontolaba.
Buena les va a caer a Bardem y Pe por haber osado criticar los
bombardeos de Gaza estando a sueldo de Hollywood. La industria del cine está
dominada por el lobby judío y eso hace, entre otras cuestiones, que después de
casi 80 años se sigan realizando superproducciones sobre el martirio judío por
los nazis y todavía no hayamos visto ni una sola sobre los sufrimientos de los
palestinos a manos de Israel. Y el papá de Angelina Jolie, un tal Jon Voight, pone a esta pareja y a los osados firmantes del manifiesto
a caer de un burro, señalando su puerta de salida de la industria cinematográfica,
con el manido argumento del antisemitismo y el sionismo. Dos conceptos hábilmente
manipulados por el mundo hebreo, que no dicen ni explican absolutamente nada,
que igual sirven para un judío que para un palestino, pero que cala en el
corazón de los occidentales. Y sobre todo que permite salirse por la tangente
sin dar ningún tipo de explicación sobre la masacre y lento exterminio del pueblo
palestino.
Cada día el tema de los Pujol tiene peor
pinta. Parece que lo de la herencia no declarada era una nueva mentira para
desviar hacia el campo de lo legal el origen ilegal y corrupto del elevado
patrimonio familiar. Pero percibo nula autocrítica en esta sociedad que miró
descaradamente hacia otra parte cuando el tema del 3% era vox populi y cuando
el Sr. Pujol gritaba sobre su decencia y moral desde el balcón de la Generalitat
para poner contra las cuerdas a sus críticos. Nuevamente un balcón y una plaza,
un señor – casualmente también bajito – manipulando a las masas y un montón de
banderas, en este caso con más franjas, ondeando al aire que evitaban cualquier
análisis pausado y racional de la cuestión.
También podríamos hablar de religiones o de
fútbol. El caso es no hacer análisis racionales de las cuestiones sino ondear
banderas con las manos, darle patadas a un balón o doblar las rodillas para
rezar. Actitudes todas ellas muy respetables e incluso saludables pero que
confunden a la población porque, salvo que se demuestre lo contrario, pasar
pensar está la cabeza y no las manos, los pies ni las rodillas. Confusión que llega a convertirse en incompatibilidad exponencial porque a mayor impacto de banderas, dioses y balones menor influencia de la inteligencia.
En esta
sociedad del conocimiento – termino como empiezo – estamos demasiado acostumbrados
a tomar decisiones con esas y otras partes del cuerpo, que nos impiden, entre otras
cuestiones, hacernos responsables de los sátrapas que hemos aupado o apoyado en
el poder.
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