viernes, 22 de agosto de 2014

El tiro por la culata ( I )




La primera evidencia es lo negro que deben ver el futuro próximo algunos dirigentes del PP para amenazar con la ocurrencia veraniega de aprobar una reforma electoral que afectaría sólo a la elección de alcaldes. No es necesario entrar en sus justificaciones porque, sabiendo de la lealtad y el aborregamiento propios de su electorado, cualquier intento de análisis intelectual de sus propuestas es un ejercicio cansino: hagan lo que hagan, la mayoría de sus simpatizantes aplaudirán a sus dirigentes sólo por el hecho de que son de los suyos.

Pero esta ocurrencia para las municipales se les puede volver en contra. Arriola quizá todavía no ha valorado que, a costa de beneficiar a unos cuantos que temen perder su alcaldía o que lamentan que tras ganar elección tras elección son otros los que gobiernan en coalición, a lo peor consiguen en términos globales el contrario de los efectos deseados.

Si finalmente se aprobara no entraría en vigor, tras su trámite parlamentario, hasta un par de meses antes de las elecciones, en el mejor de los casos. Es fácil imaginar el ambiente electoral en una campaña salpicada por la acusación política de un intento de pucherazo por parte del PP. Podrían conseguir lo que siempre ha temido el PP: que se creen coaliciones preelectorales progresistas abarcando todo el arco ideológico de izquierda. Ni en la peor de las pesadillas soñarían los alcaldables del PP con que el triunfo del otro bando se debiera a la misma estrategia que ha utilizado históricamente la derecha. Porque el éxito electoral del PP se basa, salvo algún intento anecdótico y coyuntural, en aglutinar todo el voto conservador.

Además, una campaña calentada por semejante cacicada, propiciaría una movilización del voto de izquierdas y todos sabemos por experiencia demoscópica que el triunfo de la derecha es inversamente proporcional a la participación electoral.

Y, por último, una medida semejante propiciaría – como ya han reconocido algunos dirigentes del PP – que muchos ayuntamientos del País Vasco pasasen a manos de Bildu. Una estupenda oportunidad para que el resto de partidos les reprochara día tras día su hipocresía al predicar su cacareada firmeza en las políticas antiterroristas a la vez que con su firma, y sólo con su firma, se aprueban medidas que refuerzan a los amigos de los terroristas – según su propia terminología -.

El PP podría fomentar un escenario en el que, por ejemplo, la izquierda presentara sólo una candidatura en beneficio de una alcaldía progresista, en el que los votantes de la izquierda fueran motivados a la participación masiva ante el temor de una victoria clara del PP y en el que, para colmo de los despropósitos, muchos ayuntamientos del País Vasco pasasen a manos de los “terroristas” gracias a sus medidas.

¿Y qué hará Mariano?. Pues como siempre, mareará la perdiz, atenderá o no a las presiones de alcaldes importantes del PP y, finalmente, tomará la medida que más favorezca a sus intereses personales. En definitiva, lo más probable es que no haga nada y después contentará a los díscolos con alguna compensación personal. El escenario de Mariano son los elecciones generales del 2015 y si algún alcalde importante se enfada con él siempre tiene la posibilidad de prometer una Secretaría de Estado o una Dirección General.

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