martes, 8 de octubre de 2013

Bienvenidos a la realidad

Confieso que pensaba que se trataba de una sobreactuación para despejar las denuncias públicas sobre su complicidad y comprensión con la dictadura argentina. No dejará de ser, pensaba, uno de esos curas sudamericanos que en mayor o menor medida vieron en la asonada militar la solución a todos los problemas de la América pobre, y que ahora, bajo los focos de la comunidad mundial, pretenden cambiar su historia personal con mensajes y actuaciones en defensa de la libertad, la modernidad y el aperturismo, dentro de un mundo encorsetado y retrógradamente ensimismado. Pero con el pasar de los meses esa sobreactuación se va consolidando en forma de comportamientos tan extraños dentro de la Iglesia que algunos vemos una especie de Lutero entre Torquemadas. Desde su “nunca he sido de derechas”, hasta la “vergüenza” de Lampedusa, pasando por el cruel desenfoque de las prioridades de la Iglesia lejos de la condena del aborto y la homosexualidad, han transcurrido varios meses en los que algún insigne directivo de la empresa eclesial no habrá dejado de rasgarse las vestiduras recapacitando sobre el error y la osadía de elegir a este señor como Papa.
Más argentino que Papa y más hombre que cura, ha tenido la osadía de intentar remover los cimientos de la Plaza del Vaticano, siendo consciente de la imposibilidad de remover las conciencias de esos que con el mayor boato posible pasean sus tules, sedas y conspiraciones por el mármol de Carrara. Predica para la grey con mensajes rompedores y actuaciones revolucionarias sabiendo que es una pura cuestión de tiempo. Se trata de estirarlo, como en los relojes de Dalí, con la intención de que su papado se alargue hasta que los años y la depuración terminen con los dinosaurios. Pero se trata de ese tiempo que también es posible acomodar a los intereses gremiales mediante pócimas que hacen poner la lengua azul a los que osan entrar en el templo de las vanidades.
Con una sola palabra – vergüenza - calificó la tragedia de Lampedusa y todo el mundo puso los objetivos y los micrófonos enfocando hacia la pequeña isla entre Italia y África. Y todos, hasta los que veían que estos barcos eran instrumentos peligrosos llenos de miseria y delincuencia hacia  la próspera Europa, lamentan las pobres gentes ahogadas a pocos metros de la playa por las esperanzas de una vida mejor. Todos lloran a ritmo papal esta desgracia, hasta los que recientemente aprobaron una ley que sancionaba el rescate de naufragos en el mar o los que diseñaron y financiaron una especie de campo de concentración para los miserables que llegaban desnutridos y sedientos al islote. Todos olvidan sus anteriores prioridades porque este Papa ha dicho que Lampedusa y lo que representa es una vergüenza.  
Y ahora me vienen a la memoria esas manifestaciones multitudinarias, adornadas con miles de banderas de España, en donde se condenaba esa concepción de la Europa rica cerrada a la entrada de los miserables del sur. Recuerdo a Rouco liderando manifestaciones en defensa de la dignidad de los inmigrantes, clamando por el respeto de los derechos humanos incluso para los de otras razas. Me viene a la memoria la visión de Camino movilizando a bienpensantes en defensa de los más desprotegidos - ilegales, prostitutas, mendigos,… - Tantos recuerdos de un mundo decente y  coherente que no hacen sino recompensar esas horribles pesadillas en las que veía imaginariamente a nuestro Rouco, rodeado de familias de derechas, condenar las políticas integradoras de Gobiernos que iban a dar carta de naturaleza a musulmanes y negros venidos de otras civilizaciones para complicarnos la vida, incluso organizando atentados terroristas con trenes; o a Camino, rodeado de banderas patrias, niños con la raya al lado y padres con gominas y lacas, criticando el reconocimiento de derechos a los homosexuales o la despenalización del aborto, todo ello en defensa de las familias como Dios manda.
Menos mal que la realidad es tan poderosa que recordando esas dignas actuaciones de nuestra élite eclesiástica todos mis sudores fríos se han disipado ante la evidencia del perfecto alineamiento entre la sensibilidad de nuestro Papa y la de sus representantes en España. Menos mal que la hipocresía, la indecencia y las paranoias mentales son fruto de pesadillas nocturnas. Menos mal que tanto Rouco como Camino piensan que lo ocurrido en Lampedusa, como lo que sucede con las pateras que llegan a Almería, Granada o Lanzarote, es también una vergüenza. Y menos mal que, según me consta, están ya organizando una multitudinaria manifestación por el centro de Madrid para condenar esta vergüenza, para que nadie jamás tenga que jugarse la vida en un barco podrido en busca de un mundo mejor y, sobre todo, para todos nos centremos en las verdaderas prioridades de nuestra civilización tan preocupada por cuestiones intrascendentales como el aborto y la homosexualidad. Menos mal que esto es así. Bienvenidos a la realidad.                      

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