Tramposos siempre los ha habido, los hay y los habrá, más en
un país donde la picaresca y el ser listillo tienen su encanto y sus acólitos.
Si todos tenemos conocimiento, ajeno e incluso propio, de caraduras que se cuelan
en las filas, de gente que contrata y trabaja en negro, de clientes que piden
sin factura, de contribuyentes que hacen triquiñuelas para despistar dinero a
Hacienda, de conductores que se toman sus cervezas o se saltan los semáforos
molestos,.. cómo no va a haber políticos corruptos que aprovechen en beneficio
personal las posibilidades que su condición les brinda. En un colectivo de miles
de personas cómo no van a existir alcaldes recalificadores, adjudicadores a comisión
o tesoreros con caja b. Esto es algo tan real como la existencia del mar.
El verdadero problema ocurre cuando un sistema político
avala, fomenta e incluso aplaude este tipo de prácticas; cuando ese tipo de
alcaldes, de funcionarios o de tesoreros son defendidos y promovidos por sus
compañeros o colegas. Y el problema mayúsculo para un país se produce cuando
los electores dan apoyo con sus votos a ese tipo de alcaldes o políticos.
Que Bárcenas sea un chorizo indecente debería ser un
problema, cuando esa condición se descubre, para él y su familia. El problema institucional
empieza a agravarse cuando se hace público que ese chorizo indecente ha sido
defendido, apoyado y promovido (ahora conocemos que tras ser imputado, sus
retribuciones en el PP pasaron de 2.000 a 10.000 mensuales) por su partido. Y
me atrevo a decir que por el Sr. Rajoy, porque no me creo que esta circunstancia
tampoco fuera conocida por el jefe. Y el problema social mayúsculo es cuando
una sociedad no sólo no es capaz de exigir responsabilidades por este asunto,
sino que incluso va a dar un importante respaldo a ese partido.
Eso es lo verdaderamente grave de este miserable país que se
llama España. Porque los países, como las tierras, valen lo que valen las
gentes que lo habitan. Un estupendo regadío sin cultivar no pasaría de ser un herbazal
y un páramo secano puede transformarse en un vergel por acción de las personas.
Un país no deja de ser eso, un terreno de mucha extensión, que sus habitantes convierten
en herbazales o en vergeles con sus acciones. Y España es una enorme cloaca por
acción u omisión de sus habitantes.
Esta mañana, en la consulta del médico, se ha sentado a mi
lado una mujer de unos 40 años que lucía, entre otros abalorios, una visible
pulsera con la dichosa banderita de España. Por un momento he tenido la
tentación de preguntarle qué significaba eso para ella. No lo he hecho por el
temor a que perdiera, ella, los papeles y montara un espectáculo en plena sala
de espera. Sólo he optado por cambiarme de sitio e irme a otro lugar de la sala,
lo más alejado posible de ella, con el único motivo de evitar el olor a mierda
que despedía. Y creo que ella ha sido consciente de mi desprecio aunque dudo que
sea consciente de su pestilente olor.
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