viernes, 9 de mayo de 2014

Sobre la posibilidad de vivir con la nariz tapada


Tramposos siempre los ha habido, los hay y los habrá, más en un país donde la picaresca y el ser listillo tienen su encanto y sus acólitos. Si todos tenemos conocimiento, ajeno e incluso propio, de caraduras que se cuelan en las filas, de gente que contrata y trabaja en negro, de clientes que piden sin factura, de contribuyentes que hacen triquiñuelas para despistar dinero a Hacienda, de conductores que se toman sus cervezas o se saltan los semáforos molestos,.. cómo no va a haber políticos corruptos que aprovechen en beneficio personal las posibilidades que su condición les brinda. En un colectivo de miles de personas cómo no van a existir alcaldes recalificadores, adjudicadores a comisión o tesoreros con caja b. Esto es algo tan real como la existencia del mar.

El verdadero problema ocurre cuando un sistema político avala, fomenta e incluso aplaude este tipo de prácticas; cuando ese tipo de alcaldes, de funcionarios o de tesoreros son defendidos y promovidos por sus compañeros o colegas. Y el problema mayúsculo para un país se produce cuando los electores dan apoyo con sus votos a ese tipo de alcaldes o políticos.

Que Bárcenas sea un chorizo indecente debería ser un problema, cuando esa condición se descubre, para él y su familia. El problema institucional empieza a agravarse cuando se hace público que ese chorizo indecente ha sido defendido, apoyado y promovido (ahora conocemos que tras ser imputado, sus retribuciones en el PP pasaron de 2.000 a 10.000 mensuales) por su partido. Y me atrevo a decir que por el Sr. Rajoy, porque no me creo que esta circunstancia tampoco fuera conocida por el jefe. Y el problema social mayúsculo es cuando una sociedad no sólo no es capaz de exigir responsabilidades por este asunto, sino que incluso va a dar un importante respaldo a ese partido.

Eso es lo verdaderamente grave de este miserable país que se llama España. Porque los países, como las tierras, valen lo que valen las gentes que lo habitan. Un estupendo regadío sin cultivar no pasaría de ser un herbazal y un páramo secano puede transformarse en un vergel por acción de las personas. Un país no deja de ser eso, un terreno de mucha extensión, que sus habitantes convierten en herbazales o en vergeles con sus acciones. Y España es una enorme cloaca por acción u omisión de sus habitantes.

Esta mañana, en la consulta del médico, se ha sentado a mi lado una mujer de unos 40 años que lucía, entre otros abalorios, una visible pulsera con la dichosa banderita de España. Por un momento he tenido la tentación de preguntarle qué significaba eso para ella. No lo he hecho por el temor a que perdiera, ella, los papeles y montara un espectáculo en plena sala de espera. Sólo he optado por cambiarme de sitio e irme a otro lugar de la sala, lo más alejado posible de ella, con el único motivo de evitar el olor a mierda que despedía. Y creo que ella ha sido consciente de mi desprecio aunque dudo que sea consciente de su pestilente olor.

En ésta, y en las próximas elecciones que se van a celebrar en España, vamos a conocer cuántos millones de personas apoyan o aplauden un gobierno mentiroso, tramposo y corrupto. Y con este recuento sabremos exactamente hasta que nivel de caca tenemos llena la ciénaga y hasta qué altura somos capaces de aguantar esa pestilencia; hasta los tobillos o hasta los sobacos, como decía el chiste. A lo peor después de estos encuentros electorales se debería producir un cataclismo geológico que transformase el perfil de nuestra piel de toro en un enorme retrete.

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