Ciertos acontecimientos han pasado en mi entorno que yo
había anunciado pero sin hacer la debida publicidad. Y ante el “eso ya lo dije
yo” siempre queda la contestación del “pero dónde lo dijiste”.
Pues allá van donde meteos para la posteridad sobre
cuestiones – todo sea dicho - que me importan más bien poco:
- En
este país no asume responsabilidades nadie. El fiasco de nuestro fútbol en
Brasil debe ser una cuestión de terremotos, gripes masivas o campos labrados
porque el bonachón Del Bosque sigue como seleccionador para reflotar la tropa. Como
si la estrategia, la elección de los jugadores, su soflama y desidia no fuesen
causantes de la prontitud con que hicieron las maletas para volver a casa. En
este país, siempre hay excusas de mal pagador: para unos la herencia recibida
admite cualquier incumplimiento electoral, para otros la bonhomía es el salvavidas
para no ser cesado. Auguro que a este salmantino le pasará como a Rubalcaba:
que a fuerza de estirar la goma hasta donde no llega, terminará siendo odiado
por todos y dejando un lodazal – en este caso futbolero – de considerables
dimensiones. Sospecho que los próximos partidos de nuestra selección supondrán
un fracaso tras fracaso, hasta que Del Bosque sea cesado de mala manera,
fulminado por las masas y olvidado para siempre. Tiempo al tiempo.
- ¿Qué español sería capaz de levantarse a las 7,50 de la mañana en pleno mes de julio para presenciar una corrida de toros ?. Pues muy pocos, porque aunque sea malsonante, el éxito de los sanfermines, tanto televisivo como de afluencia de festeros a Pamplona, se debe a la posibilidad de que un Miura destripe en directo a un guiri. Y algún día pasará, no que destripe a uno sino que uno de esos animales se lleve por delante la vida de varios aficionados en la misma mañana. Ese día nos lamentaremos todos y nos haremos el sorprendido de cómo permitimos durante tantos años que una tropelía de madrugadores, los menos, y de trasnochadores, la inmensa mayoría, con evidentes signos de excesivo consumo alcohólico y pensando que todos los rumiantes son como los que dan leche o lana, corren como sardinas en lata delante de 6 animales con semejantes pitones. Y ese será el fin del éxito publicitario de Pamplona porque el encanto de esta fiesta está muy ligado a la masificación y el peligro; si el filtro de los corredores fuese estricto y sólo participasen en la carrera los que superasen un control de alcoholemia, las 7,50 dejaría de ser esa hora mágica para los que gustan de caídas, gritos y cogidas. Pero como paso previo, y a la llamada de juerga sin medida y desmadre sin límites, cada año llegan más y más jóvenes que se jugarán el tipo con total inconsciencia en la calle Estafeta. Hasta que ocurra una tragedia de dimensiones inasumibles incluso para un país festero y taurófilo. Tiempo al tiempo
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