martes, 26 de octubre de 2010

Los Artigas junto al franquismo sociológico


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Platicando con una amiga uruguaya, periodista y antropóloga ella, me comenta la importancia y consideración de los aragoneses en su tierra natal. “Ustedes no lo saben, pero allá los españoles que llegaron no fueron extremeños sino personajes de aquí, de Aragón”. Y me comenta la existencia de los Artigas, de la Puebla de Albortón, un pueblo pequeño ubicado en los eriales del Campo del Belchite.

La historia de Juan Artigas, poblador de Montevideo y abuelo de José Gervasio Artigas, primer presidente de Uruguay y considerado allí como el padre de la patria, puede consultarse en cualquier biblioteca, física o virtual. Pero me ha interesado mucho más su visión personal, la de una emigrante sobradamente preparada que llega a la patria chica de un prócer de su país y que descubre, para su asombro, que casi nadie conoce nada de los Artigas aragoneses.

Después de la charla, el Google Maps me pone a vista de satélite en la Puebla de Albortón. Acerco la imagen y lo que era un punto grueso en medio de una pantalla lisa con unas pocas líneas que dibujan las carreteras y caminos, va tomando la forma del perímetro de la población. Acerco más y empiezo a ver las diversas líneas paralelas que se van cruzando, formando las calles; aún más, y descubro el contorno del plano urbanístico y los nombres de algunas calles. General Franco, Requeté Aragonés, Vaticano II, … y también General Artigas.

Así, para que después del abucheo a Zapatero y sus ministros el día de las Fuerzas Armadas, en presencia de los Reyes, se diga que los gritones no representaban a nadie y que el franquismo sociológico supone una ínfima parte de la sociedad. Este hecho se constata dando una vuelta por pueblos de nuestra España donde demasiadas placas todavía rezan los impresentables nombres que acabo de mencionar, con exclusión expresa del Sr. Artigas.

Por cierto, que con Alicia hemos hablado también de la depuración y persecución de los mandatarios de las distintas dictaduras militares en Latinoamérica. Mientras allí esos tipejos son repudiados y incluso encarcelados, aquí todavía estamos debatiendo sobre si enterrar dignamente a los desaparecidos es legítimo legal o moralmente, sobre la conveniencia de retirar las estatuas de los dos burros - el de abajo y el arriba- de plazas y jardines, y sobre demás efectos de nuestra “bendita” transición. Aprendamos con humildad y veremos las lecciones que pueden dar a la madre Patria.

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