viernes, 4 de enero de 2013

Guindos y su tarjeta de visita


Sorprende encontrarse en el camino con gentes que hasta hace unos días eran de tu misma ralea y por arte de las caprichosas circunstancias pasan a la condición del peor de los enemigos. Uno de los nuestros que nos ha salido rana, se diría. Eso deben pensar los antiguos camaradas del ministro Guindos – y él de ellos – porque los hasta hace poco amigos que manejaban los hilos del mercado son ahora los malditos mercados que hacen subir o bajar la prima de riesgo a su capricho, sin considerar los “buenos fundamentos” de nuestra hispana economía y, sobre todo, sin valorar positivamente las importantes reformas que ha acometido este gobierno. Alguien definió a esta calaña como tiburones, descripción que fue atinada hasta los inicios de la crisis porque en la actualidad estos depredadores parecen hermanitas de la caridad en agua salada: los tiburones marinos cuando están saciados no son peligrosos.
Nuestro ministro Guindos fue un tiburón. Representante para Europa de la quebrada Lehman Brothers, participaría con toda esa jauría de las bondades económicas que propiciaba un mundo ignorante que según avanzaba en la bonanza se acercaba sin frenos hacia el precipicio. Casualidades del destino y designios divinos hacen confluir en una misma persona al tiburón insaciable con el pescador de tesoros. Nuestro querido presidente no tiene otra ocurrencia que premiar a uno de los artífices de la catástrofe con el puesto de ministro de la economía, pareciendo tramar más una venganza que una solución.
Me dirán, y con razón, que el ministro Guindos no fue el culpable de este desaguisado. Podré contestar, también con razón, que de igual forma que su aval de presentación durante varios los años fue Lehman Brothers ahora no puede tirar a la basura todas sus tarjetas de visita y parecer que él no sabía nada. A las duras y las maduras,…
¿A qué viene todo esto?. Pues a la osadía de este señor al afirmar que si la reforma laboral actual se hubiese aprobado hace tres o cuatro años nos hubiésemos ahorrado un millón de parados. Otra vez la herencia recibida en boca de un personaje que se atreve a opinar sobre hipótesis cuando es incapaz de detectar una mierda a dos centímetros de sus narices. ¿Cuántos millones de parados nos hubiésemos ahorrado si los listillos financieros como el ministro Guindos no se hubiesen metido en el mundo de las finanzas?. Con toda seguridad más de un millón, muchos más.        

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