lunes, 4 de febrero de 2013

Más responsabilidad y menos indignación


Todos nos decimos sentir escandalizados e indignados por lo que está ocurriendo en España a cuenta de la corrupción, sin considerar que estamos recogiendo los frutos de una sociedad inmadura y adocenada. Hasta que el Rey no se rompió la pierna cazando elefantes, con buena compañía femenina, las críticas a la Casa Real eran consideradas casi actos de terrorismo. De la nula crítica social surgen los comportamientos corruptos y despóticos de los que ahora nos asombramos. Los desmanes de la Casa Real, en cuya cúspide está la supuesta conducta delictiva de Urdangarín, son  consecuencia lógica de una sociedad infantil e irresponsable que consideraba, hasta hace unos meses, al margen de cualquier control y crítica al Rey y todo lo que le rodea.
Exactamente lo mismo puede decirse de los desmanes de Bárcenas, con las complacencias y complicidades de sus compañeros de partido. La férrea lealtad del votante del PP, sin el menor atisbo de autocrítica, ha conseguido hacer un partido donde, según parece, las mordidas y sobresueldos estaban a la orden del día. Esa fidelidad servil e inmadura ha dado carta blanca a comportamientos miserables que nos hacen llevarnos las manos a la cabeza. Nos podemos indignar, y con razón, los millones de personas que nunca hemos confiado en el PP pero que lo hagan las personas que han votado inexorablemente al PP pese al 11M o la guerra de Irak me parece una tomadura de pelo. Hasta que estos señores y señoras no evolucionen, hasta que dejen de comportarse como personas infantiles, no dejaremos de tener en nuestro país casos de corrupción organizada.
Esta lealtad a prueba de fuego ha conseguido que todo el ala derecha de nuestra sociedad, desde los liberales hasta los franquistas, desde los ultracatólicos hasta los demócrata-cristianos, desde los neocom hasta los neonazis, se haya aglutinado en torno al PP. No ha existido, salvo insignificantes partidos liderados con ambiciones personales, ningún partido potente de derechas que haya disgregado a este maremágnum tan distinto y tan distante. Y así, con la única pretensión de cerrar filas en torno a un solo proyecto que permitiera llevar a la derecha al poder, los votantes del PP han impedido el desarrollo de algún partido alternativo en la derecha que permitirá canalizar, entre otras cuestiones, a aquellos que no confiaban en la dirección del partido.
Unos días después del famoso “por qué no te callas” del Rey al impresentable Chávez viajé a Granada y cenando unos compañeros de trabajo aludí a que, en mi opinión, Juan Carlos estaba pasado de copas. ¡¡ La que me cayó !!. Tuvimos que cambiar de tema porque el tono de las acusaciones y de mi defensa iba creciendo y, antes de terminar como el rosario de la aurora, decidimos hablar de otra cosa. Allí, frente a La Alhambra, me hicieron sentir una mezcla entre terrorista y paria terrenal. Eso fue a finales de 2007. Pasados cinco años, Urdangarín es objeto de una cacería social y la Casa Real tiene un descrédito impensable. Un clamor republicano surca España y algunos rostros conocidos proclaman, como mal menor, que ha llegado la hora de la renuncia del Rey a favor de su hijo.
Por lo que atañe al PP, ahora que vienen muy mal dadas, sus diez millones de votantes, esos que auparon al partido a la histórica mayoría absoluta electoral, se dividen en cuatro grupos: los políticos que siguen defendido la gestión de Rajoy y buscan el ventilador para ensuciarlo todo; los leales votantes que continúan con los Eres de Andalucía, la herencia recibida y los enjuagues entre Zapatero y ETA; los que se lamentan de haber confiado en un tipo que les defraudó desde el minuto 1 y que nos está llevando a la ruina ética y política y, finalmente, los que no recuerdan haber votado al PP.    
Ellos, sobre todo los leales votantes, son los cómplices de los desmanes organizados por la cúpula del PP. Ellos son corresponsables del pestilente tufo que sale de la calle Génova porque ellos depositaban el voto con la gaviota a pesar de las miserias que presentaba este partido. Y ellos, acompañados de los ilusos que pensaron que la simple presencia del señor Rajoy solucionaría los problemas de España, lo han aupado a la presidencia del gobierno más fuerte que ha tenido la democracia. Así que menos indignación y más responsabilidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario