Tampoco a los Montes les ha resultado ajeno el tema de las
tarjetas negras de Bankia. Debajo de la parra que, agradecida del retraso otoñal,
todavía mantiene su lozanía, meriendan jocosos con su habitual impostura. Alguno de los
comensales, con la boca mediollena, lanza al aire la actualidad para provocar
reacciones: ¿Qué opinais sobre lo de las tarjetas negras?. En contra de la
habitual celeridad para entrar al trapo en los temas que se plantean, en esta
ocasión todos bajan la cabeza hacia el plato y se concentran en los chorizos,
las longanizas o las chuletas. Alguna expresión monosílaba se escucha como remedio
evasivo frente a la pregunta. Parece que nadie quiere entrar en un tema en el
que los representantes de sus afinidades políticas tienen escasa justificación.
Finalmente nuestro estimado hombre del instituto armado, cual Tejero abordando
el Congreso como si fuera una cantina, dejando los cubiertos violentamente sobre
la mesa, ladra: ”Coño, eso es una chorrada. Lo verdaderamente importante es lo
que quieren hacer esos cabrones de catalanes. Las dichosas tarjetas es un juego
de niños en comparación con esos malnacidos”. He dicho. Y siguen comiendo sin
chistar.
“Y ese cabrón de juez, sí, ese Elpidio, destapando todo el
asunto y metiendo en la cárcel sin ton ni son a la gente… Ahora, que así le ha
ido, que se joda… Si hubieran sido rojos no hubiera investigado tanto en el
tema… Pero claro como eran el PP, a por ellos… No sé donde vamos a llegar”.
La mujer - que, recordemos, tiene cierta propensión a empiparse con dos tragos de vino – le contesta que “sin ton ni son, no. Ahora descubrimos todo lo que mangoneaban en ese banco”.
La mujer - que, recordemos, tiene cierta propensión a empiparse con dos tragos de vino – le contesta que “sin ton ni son, no. Ahora descubrimos todo lo que mangoneaban en ese banco”.
“Y el catalán ése, el Mas…, ese suelto por la calle sin que nadie le pare los pies. ¿ Y el del ojo tuerto ?…, contra ese tampoco se hace nada. Van a llevar a la ruina a España y aquí todos preocupados por unas tarjetas que, por cierto, también han usado los rojos”.
El anfitrión, entre sonrisas de complicidad por los
comentarios del expicoleto y con la sensatez que se le presume a todo reconvertido,
replica. “Lo de Cataluña no tiene un pase pero el asunto de las tarjetas negras es
impresentable. Podemos consolarnos porque todos han tirado de tarjeta, incluidos
los socialistas, los comunistas y los sindicalistas”.
El hijo, siempre más centrado en las cosas del estómago que en
las de las neuronas, dice: “A mi lo que me fastidia es que nunca he visto una
tarjeta de esas. … Pues que no se la hubieran dado… A ver si algún día alguien me
da una de esas”. Su mujer, con su habitual trascendencia en el tratamiento de los
temas, añade que “muy rojos, muy rojos,… pero tienen gustos de derechas”.
El cura macho, en tono epistolar, sentencia: “Lo que estamos
viendo estos días no casa demasiado con los obligados comportamientos
cristianos. La avaricia y la lujuria son pecados capitales y todos, eso sí, han
pecado gravemente”. El otro cura se vanagloria de haber comido en alguno de los
restaurantes que aparecen en la lista: “No recuerdo que celebrábamos, pero ¿te
acuerdas cuando fuimos a ese restaurante donde Blesa se gastó tanto dinero?”.
El cura macho ni le mira.
“Pues ese Blesa, el que ha montando todo el tinglado y
encima ha hundido a Bankia con su gestión… que por cierto estamos pagando todos
con el rescate, fue nombrado por Aznar, con el único mérito de haber sido
compañero de clase y amigo en la infancia”. “Hija, -espeta la madre- , le tienes
una manía a Aznar… Creo que deberías ser más justa porque aunque en algunas
cosas, en pocas, se equivocó, volvió a levantar a España de donde la metió
Felipe González…”. La hija, con cierto temor a las salidas intempestivas de su
madre, contesta con mucha precaución: “Sí pero Aznar dijo que su partido era
incompatible con la corrupción… y mira como están”. “Cómo que su partido…
nuestro partido, hija,… nuestro partido…”, con las órbitas desencajadas
contesta la madre. Y prosigue: “Ya te gustaría que ese Blesa estuviese en
cárcel… bueno que no hubiera salido nunca cuando lo metió ese juez que… vaya
vida lleva, vaya personaje… Si es que a algunos parece que os hace gracia que
se hable de vosotros y nos señalen a toda la familia por lo... Algunos si no
van en boca de todos no están contentos. Anda, calla, y deja de decir tonterías”.
Se produce el correspondiente silencio cada vez que
la madre exaltada acusa a la hija. Tras esos segundos, y sin venir a cuento, se oye: “Yo lo de Cataluña lo
solucionaba en cuatro días. Que me dejaran al mando cuatro días y verías como
se les terminaba la tontería esa del independentismo. Franco, eso es lo…”, empezó
a bramar nuestro querido dinosaurio invitado a la merienda. “Ande, calle padre,
y deje de decir tonterías usted también”.
En el váter, también la cárcel tiene su protagonismo. Las
hojas rosas están que arden con la posibilidad de que la Pantoja acabe en chirona.
Isabelita entre rejas y los Pujol en la calle, pensarán algunos,… Este país no
tiene solución.
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