Que a estas alturas de la historia nos digan que España es
un circo ya no sorprende a casi nadie. Ni los más patrioteros, esos que siguen
llevando las banderitas en la muñeca o colgadas del espejo retrovisor, serían
capaces de apostar un solo euro por la seriedad de este país. Cada día una
nueva bufonada viene a dejar en la insignificancia a la del día anterior. Un exministro
de Hacienda, ese que debía velar y velaba por el cumplimiento de nuestras
obligaciones fiscales, declara ante el juez intentando justificar sus ya poco presuntos
fraudes a la Administración tributaria. Su antecesor en Bankia, que justificaba
el engaño masivo de las preferentes con el argumento de que todos habían
firmado los papeles, dice ahora carecer de conocimientos financieros. Y el
señor que los nombró, escondido como una rata hasta que pase el temporal,
buscando el momento propicio para soltar una nueva payasada.
Recomiendo la lectura del discurso de Jaime Terceiro Lomba,
presidente de Caja Madrid desde 1988 hasta 1996, al recibir el Premio de Economía
2012. Explica clarísimamente los motivos que han traído la ruina del sistema de
cajas de ahorro, en general, y de Bankia, en particular.
Hagamos un poco de historia. El Sr. Terceiro dirigía, con
bastante acierto y rigor, Caja Madrid – que luego pasó a ser Bankia – hasta que
fue descabalgado de la Presidencia por un pacto escrito y rubricado entre el PP
y el sindicato CCOO, bendecido a su vez por IU. Ese mismo año, 1996, Aznar
había sido nombrado Presidente de este santo país, sustituyendo a Felipe
González, a la vez que Ruiz Gallardón, en 1995, hacía lo propio con Leguina, por
entonces socialista. Parece que una perita en dulce como Bankia no se podía
dejar escapar en manos de un gestor contaminado por los años socialistas y
directivos del PP y CCOO, con la complicidad de la IU de Anguita, firmaron un
pacto para repartirse el pastel. Blesa sería el presidente y algunos señores de
CCOO, entre ellos Moral Santín y algún amigote más, formarían el núcleo duro de
Bankia. Todo con la pretensión de forrarse a costa de los ciudadanos, aunque el
pacto fuese vestido por la habitual hipocresía sindicalera de defensa de los
intereses generales y demás desfavorecidos. La mezcla entre avaricia,
indecencia e ineptitud propiciaron el hundimiento de la mayor caja del país. Por
entonces la pinza funcionaba perfectamente y entre los señores del PP y los de
IU barrían todo recuerdo de la negra etapa socialista. Ese fue el origen de la
historia de Bankia. La incompetencia de los nuevos gestores repercute ahora con un agujero financiero que hemos tenido que cubrir todos los españoles con
nuestros impuestos y la indecencia en el comportamiento de los directivos es la
consecuencia de un pacto entre el PP y CCOO que venía a proclamar el cortijo de
Bankia.
Ahora que está de moda lo retro y lo vintage, sería bien interesante
juntar a los señores Aznar y Anguita para que, con luz y taquígrafos, justificasen
ese pacto y, de paso, nos diesen una versión actualizada de su pinza antiPSOE.
Quizá quedara todo resumido en un ajuste de cuentas en lo político y una
venganza en lo personal, urdida por la mediocridad y el resentimiento de estos
dos personajes.
También en ese discurso, el Sr. Terceiro trata el manoseado tema de la
herencia recibida, con un enfoque propio de una persona inteligente, ilusamente
idealista, que pretendió trascender sobre las miserias personales y políticas para
dirigir una empresa y que finalmente se estrelló contra el muro de la vanidad
del mediocre y la avaricia del egoísta. El mismo reconoce su candidez – “Hoy, con más años y más experiencia,
entiendo bien por qué fracasaron todas mis propuestas de reforma, y lo ingenuo
que fue haberlo intentado” - al
pretender en este putrefacto país gestionar con rigor y decencia una empresa. Es
preferible firmar pactos con sindicalistas impresentables que garanticen la
impunidad y los desmanes, sabiendo que aquellos que se arrogan la defensa de
los débiles son propensos a la indecencia. En este país faltan Terceiros y
sobran Blesas, Ratos, Anguitas y demás cuadrilla sindicalera. En este país se
debe imponer de una vez por todas la inteligencia y la decencia frente a la
carroña y el aprovechamiento personal del poder y los cargos.
Cierro esta entrada con un homenaje a los 4 de 86 directivos
que no utilizaron su tarjeta opaca (espero que por un acto de dignidad personal
y no por recibir gracias por otros conceptos). Señores Verdú Pons, Tejera
Montalvo, Sánchez Acal y Aldaz Barrera. Dice mucho de un país que se ceba con
los sinvergüenzas y omite la identidad de los decentes. Animo a algún medio de
comunicación a entrevistar a estos señores como ejemplo – espero que lo sean –
de la poca gente digna que queda en este país. Porque lamentablemente quizá ésa,
86 a 4, sea la relación entre los indecentes y los honestos. Marca España.
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