viernes, 27 de septiembre de 2013

¿Para qué subir tan alto?

Érase una vez una alcaldesa que, dando por ganada la candidatura a los Juegos Olímpicos de su ciudad y para celebrar el nombramiento que está cantado, moviliza a la flor y nata de la sociedad al otro del Atlántico. Allí, en inglés, con algún problema siempre menor ligado al idioma, anuncia las bondades de su ciudad al mundo entero y el bien que le hará su elección al olimpismo. Tras el paseo triunfal, con puesta en escena propia de los vencedores de antemano, reciben el rechazo de los que deben elegir, con el disgusto propio de aquel que se sabía ganador y con el tremendo tortazo que supone haber subido todos los escalones de la torre más alta para estamparse contra el suelo. Conspiraciones, tongos, sobornos, tomaduras de pelo, envidias mal llevadas,… son las primeras justificaciones ante semejante despropósito. Una vez superado el sofocón inicial y ya con los ánimos más templados se empiezan a analizar los verdaderos problemas: parece que no había motivos para tanta seguridad, quizá las expectativas tienen bases poco sólidas, probablemente las candidaturas contrincantes fueron minusvaloradas, a lo peor la imagen internacional que dábamos no es la que nosotros creíamos,….
20 días después el presidente del país de la ciudad repudiada celebra la recuperación económica de su nación y el final de la tremenda crisis que la lleva asolando cinco largos años. Para celebrar semejante acontecimiento no repara en conferencias, entrevistas y ruedas de prensa triunfales también al otro lado del Atlántico. Allí anuncia ante el mundo, a preguntas formuladas en inglés y también con algún problema siempre menor – aunque se hubiera querido censurar – ligado a cuestiones que no venían a cuento, las bondades de su país y el bien que hará a la economía mundial su elección como referencia. Y tras el paseo triunfal, con puesta en escena propia de los vencedores, con el contratiempo ya mencionado de alguna pregunta impertinente sobre cosas que no podrán demostrarse nunca, se vuelve a su país a seguir con las necesarias reformas, entre las cuales figuran con rabiosa actualidad la enésima congelación salarial de los funcionarios y la legalización de la pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas. Que más de 10 millones de personas sufran un retroceso en su nivel de vida siempre es una cosa menor ante la labor titánica que ha supuesto dar un giro a la situación económica pese a la herencia recibida.
Considerando que los tiempos de la política son más lentos que los del deporte, hay tantas similitudes en los dos casos que parece cantada la tremenda hostia que nos vamos a dar dentro de poco. ¿Para qué subir tan alto a buscar el oso si la piel ya la hemos vendido?.     

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