lunes, 9 de septiembre de 2013

Vendedores de pieles

Confieso que no tenía opinión sobre la votación para que los Juegos Olímpicos se celebrasen en Madrid. Ni a favor ni en contra,… pasaba del tema. He descubierto el impacto social que el evento tenía con las reacciones desmedidas que se han producido tras la eliminación de la candidatura madrileña a las primeras de cambio.
Ayer tuve que hacer acto de presencia en un acontecimiento familiar y pude comprobar asombrado como el ideario oficial cala entre las gentes sin el menor resquicio para la crítica: vaya jugada que nos han hecho, nos tienen manía por los buenos deportistas que tenemos,… Sólo al final – por influencia de las rondas de cerveza, sospecho – alguien se atrevió a hablar de la relación directa entre la eliminación y la imagen que España tiene en el exterior, la de un país con tasas de desempleo insoportables, con un problema financiero muy grave y azotado por la corrupción política y social. Incluso alguien osó, sin ser apedreado, a añadir que el contencioso con Gibraltar nos ha perjudicado porque todos los comisarios del área de influencia sajona han terminado votando a otras candidaturas.
Y allí, apoyado en el canto de una mesa, entre croquetas de cocido y calamares a la romana, observando los argumentos de unos y otros, llegué a varias conclusiones que no me resisto a reflejar:
-        Probablemente se ha vendido la piel antes de cazar el oso. Los votos de los comisarios son secretos y, por tanto, esa seguridad en nuestras posibilidades puede ser producto de una sensación interesada por parte de nuestros representantes. O quizá otra cortina de humo para esconder los problemas que preocupan a la gente, de los que la gente habla y que, casualidades de la vida, tanto molestan a nuestros gobernantes.
-        Poner las expectativas muy altas tiene estos riesgos. Esta costumbre tan española de ganar los partidos sin bajar el autobús, de ser los mejores en todo, de identificar las prevenciones con los malos augurios,… produce estas frustraciones. La mayor preocupación del viernes era saber cuantos votos sacaría nuestra candidatura a la segunda, con la seguridad que otorga saberse el más guapo y simpático de la fiesta. El domingo, todo son lamentos y preguntas sobre qué ha podido pasar para semejante batacazo… achacando todo a manos negras, perversas maquinaciones y envidias agazapadas, sin la menor posibilidad de autocrítica.
-        Algún astuto observador ayer sacaba a la palestra las reacciones del entonces Mariano en la oposición y de los dirigentes del PP que, con Zapatero en el gobierno, hacían responsable de la no designación de Madrid en anteriores convocatorias al presidente socialista. ¿Algo que decir al respecto hoy, Sr. Rajoy? ¿Tienen algo que decir los simpatizantes del PP que aplaudieron a una oposición destructiva subida al carro del “cuanto peor, mejor”. Las cosas del cortoplacismo y la complacencia de un electorado infantil.
-        Bárcenas,… ese hombre que todo lo toca. ¿Con cuántos millones hubiera engordado sus cuentas suizas de resultar ganadora Madrid? ¿Cuántos millones hubiera tenido el PP para repartir sobresueldos?. Afirmar con rotundidad y sin excepciones que unas Olimpiadas suponen un motor económico para un país y que pone a una región en el mundo es desconocer lo que ha ocurrido con sonoros fracasos de acontecimientos similares. Y desde este punto de vista me alegro de la no designación de Madrid porque si por el PP hubiera sido toda la inversión pública en obras y servicios hubiera tenido que pasar por la caja B para engordar sus corruptas cuentas.
-        Madrid no puede esconder una envidia insana y mal llevada por las olimpiadas celebradas en Barcelona. Quizá les debería hacer reflexionar que aquel acontecimiento fue un ejemplo de organización y de buen hacer y, sobre todo, que con la cantidad de dinero que se invirtió en infraestructuras no hubo un solo caso de corrupción. Con un gobierno socialista y un alcalde socialista quizá se celebraron los mejores Juegos Olímpicos de la historia, con una gestión clara, limpia y transparente. Vamos… igualito que Bárcenas y Mariano.                           
Esperar que una mayoría silenciosa haga una similitud entre lo ocurrido este fin de semana y nuestra cruda realidad política sería mucho pedir. Sospecho que los cabreados con el Gobierno y avergonzados con la patética actuación de la paleta alcaldesa achacarán la desgracia a la clase política que nos gobierna mientras que los simpatizantes del PP y la mayoría que se deja llevar por lo que dice la televisión hablarán de tomadura de pelo y conspiración internacional.
Nuestros políticos cortoplacistas deberían valorar las consecuencias que tiene fijar expectativas elevadas e ilusorias como la cacareada recuperación económica, valorar en su medida nuestro peso internacional para abordar aventuras tan poco claras como el conflicto con Gibraltar y el Reino Unido y recapacitar sobre la imagen en el exterior de nuestro país. Porque las tortas que nos podemos dar y el pesimismo social en el que se puede caer cuando la cruda realidad ponga las cosas en su sitio puede ser de órdago.
Ayer, mientras algunos lamentaban la eliminación de Madrid, aderezándola con el paro, la situación económica, la corrupción, las pocas expectativas de nuestros jóvenes,… se me venía a la cabeza esa señora argentina que hace unos años, en medio del tremenda crisis que asolaba a su país - con corralito incluído -, lloraba en silencio, sin sollozos ni lágrimas, al presenciar la eliminación de su selección de fútbol para no sé que campeonato…. La señora, cuando el periodista le preguntó porqué lloraba dijo, con voz entrecortada, “por todo…, por todo…”.      

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